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“Enfadarte por algo desagradable es como si te mordiera una serpiente; buscar lo que es agradable es agarrar la serpiente por la cola: antes o después te morderá”

Ajahn Chah

La evolución ha ido diseñando sistemas para acercarnos a las oportunidades y para alejarnos de las amenazas (las oportunidades son los objetivos evolutivos: comer, beber, sexo, elevar el estatus social, etc.). Exagerando los beneficios de las metas. El cerebro ayuda a pasar los genes de las siguientes formas:

  • Dando placer cuando los animales consiguen el objetivo. El cerebro produce satisfacción cuando se consigue algún objetivo.
  • El placer no debe durar. Se debe evaporar poco después. Si un animal come y siente satisfacción para siempre no vuelvo a sentir hambre, el animal moriría. O si hubiera tenido sexo y la recompensa durase mucho el animal se quedaría disfrutando del placer. Otro animal que ha tenido sexo pero luego ha sentido inquietud por comida, sexo o crecer en la el estatus social, lo buscaría. Y cumpliría nuevos objetivos evolutivos. Eso sería perjudicial porque sacaría ventaja para pasar sus genes.
  • Haciendo que el animal se centre más en el placer que va a conseguir por el objetivo que en la subsiguiente evaporación. Si está enfocado en lo bueno que será conseguir el objetivo, es más probable que se consiga. Pero si piensa que el placer va a durar poco, muy poco, para qué trabajar tan duro para conseguirlo. Puede que se deje el objetivo de lado. Siendo perjudicial para pasar los genes a la siguiente generación. Centrarse en el placer es un buen motivador para cumplir los objetivos.

La mente nos hace creer que las recompensas serán mucho mayores de lo que realmente son. Cuando conseguimos algo que anhelábamos, está bien, pero no es tanto como esperábamos. Cuando pensamos en algo que queremos, como comer un dulce, estamos pensando más en el placer que en la decepción cuando se acabe. Estamos centrados en el momento de disfrute. Por ejemplo, si queremos cierto puesto de trabajo pensamos en lo bueno que nos va a traer ese trabajo, no en los inconvenientes. Cuando lo consiga ya he llegado a la meta, voy a estar bien. Por supuesto, no has llegado. La gratificación no va a durar para siempre. Nos adaptamos rápido, y a lo bueno, antes.

La dopamina es un neurotransmisor relacionado con las gratificaciones. La dopamina es el químico de la recompensa. La dopamina tiene relación con el placer. No es que lo cause directamente, pero está relacionado. Depende de que neuronas y en qué partes del cerebro.

En un estudio con monos, estudiaban unas zonas del cerebro concretas relacionadas con el placer y las recompensas 1. Los científicos medían la liberación de dopamina en el cerebro de los monos mientras les daban un zumo de frutas. Se veía un pico. Un aumento de la dopamina liberada en esas zonas del cerebro, que era la recompensa por el zumo. Este pico duró como un tercio de segundo. Así que el placer fue muy breve.

Las recompensas terminan. Son muy breves. Causando frustración porque queremos que duren. Es inevitable que las cosas cambien y se acaben.

Hicieron que los monos pudieran predecir cuando venía el zumo. Encendían una luz, entonces el mono podía tocar una palanca, les daban el zumo de frutas. El mono al ver la luz podía anticipar la recompensa. Al dar la luz, en el cerebro del mono apareció un pico de dopamina. La anticipación no es el zumo en sí mismo, pero se parece, es un tipo de excitación, ansia, imaginar el placer que se va a conseguir por la recompensa.

Qué sentido tiene este pico de dopamina al anticipar la recompensa. Pensando en nuestros ancestros. Un día caluroso de verano, después de una larga caminata, ven muy lejos lo que podría ser un árbol frutal. Si el cerebro libera dopamina como anticipación de la recompensa, una especie de recuerdo de lo buena y jugosa que estaba la fruta, ese animal estará motivado a ir a esos árboles frutales. Si no, probablemente no.

En algún caso concreto, no había pico de dopamina cuando el mono conseguía el zumo. Esto no era común. Se necesitaba que el mono estuviera muy acostumbrado a la luz y a recibir el zumo para llegar a este punto. Y no en todos los monos. Se había vuelto tan automático que el mono ya no prestaba atención al propio zumo. Es un caso extremo. Lo normal, es que el pico de dopamina sea mucho más alto al anticipar el zumo que tras la recompensa, una vez que está habituado.

Desde un punto de vista evolutivo tiene sentido. Llegados al punto de poder anticipar la recompensa, muchas veces ya no es necesario más esfuerzo para cumplir el objetivo.

En los casos que estamos muy acostumbrados a la recompensa, es rutinario. Como el mono que ya no tiene un pico de dopamina tras el zumo. ¿Por qué no nos quedamos solo en la anticipación sin necesidad de la recompensa? Al fin y al cabo para el disfrute parece afectar más la anticipación. Esto no funciona. Cuando al mono le encendían la luz y luego no le daban el zumo. En su cerebro primero había un pico de dopamina con la luz. Luego al no ver recompensa había un descenso en el nivel de dopamina. Eso es desagradable. Es como pensar en chocolate ir al armario y que alguien se lo haya comido. Te sientes defraudado, es desagradable.

En el caso de nuestros antepasados. Si van hasta dónde están esos árboles que parecían frutales y no lo son, es importante recordarlo para que no vuelva a pasar. Hacernos infelices ayuda. Tiene sentido. Esperar una recompensa, hacer el trabajo para conseguirlo y fallar. Te hace sentir frustrado, defraudado. Nos ayuda aprender y mejorar. No se vuelva a repetir.

A la evolución no le importa si vemos las cosas como realmente son. Lo importante es cumplir los objetivos evolutivos, no si somos felices. Para la selección natural la felicidad es una herramienta. Nos hace sentirnos satisfechos por un momento y luego insatisfechos, para seguir cumpliendo los objetivos que le interesa.

De alguna manera, mindfulness es ir en contra de la selección natural, porque pretendemos ver las cosas como realmente son, para disminuir el sufrimiento. Queremos disminuir la insatisfacción.


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Fuentes y referencias:
Hanson, R. y Mendius, R. (2011). El cerebro de Buda. La neurociencia de la felicidad, el amor y la sabiduría. Milrazones.

Robert Wright (2014). Buddhism and modern psychology. Princeton University.

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  1. Schultz, W., Dayan, P., & Montague, P. R. (1997). A neural substrate of prediction and reward. Science, 275(5306), 1593-1599.
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