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Algo básico para la práctica y el desarrollo de la meditación son las actitudes. Al igual que un jardín sólo florece cuando se dan las circunstancias adecuadas, así sucede con los beneficios de nuestra práctica meditativa.

  • Aceptación. Reconocer y asumir la realidad tal cual es. Parece fácil, no lo es. Nos pasamos el día intentando cambiar las cosas para que sean como nos gustarían que fueran o como nos hemos imaginado que sucederán. Con la aceptación cedemos y permitimos que las cosas sean tal cual son sin necesidad de evitarlas, desembarazarnos de ellas o rechazarlas. La aceptación significa sentirnos cómodos siendo las situaciones como son. No confundir con resignación que es una forma pasiva de enfrentar la realidad. En la aceptación no hay resistencia.
  • No juzgar. Es la observación imparcial de cualquier experiencia, sin etiquetar los pensamientos, sentimientos o sensaciones como buenos o malos, me gustan o no me gustan, justos o injustos, bonitos o feos, correctos o equivocados. Simplemente dándonos cuenta de su aparición en cada momento y dejándolos ir.
  • Ecuanimidad. Actitud que alimenta el equilibrio y la sabiduría —ver las cosas como son—. Nos ayuda a comprender la impermanencia y nos permite observar la naturaleza del cambio con tolerancia y discernimiento.
  • Paciencia. Entender y comprender que las cosas suceden a su debido tiempo. Tengamos paciencia mientras meditamos y pongamos las condiciones para que puedan surgir la calma y la concentración. Con la paciencia estamos abiertos a cada momento.
  • Confianza. Nuestra propia práctica es la fuente de conocimiento.
  • Sin expectativas. Tener expectativas en la práctica es contrario a la meditación en sí misma. Se trata experimentar en vez de pensar como debería ser, ser en lugar de hacer. Lo importante es el proceso y no el resultado.
  • Mente de principiante. Ver las cosas como si fuera la primera vez, de un modo nuevo, como un niño observa, con curiosidad.
  • Amabilidad. Amor hacia uno mismo tal cual estemos, sin culpabilizarnos ni criticarnos. Creando durante la meditación una base de bondad compasiva que nos ayude ante lo que pase durante la práctica.

Cultivar estas actitudes, en la medida de nuestras posibilidades, consolida la práctica y sus beneficios. Estas actitudes son interdependientes, el desarrollo de una influye y mejora las demás.

Es interesante cultivar estas actitudes durante la meditación, que nos sirve de banco de pruebas, para después poco a poco introducirlas en nuestra vida diaria.

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